lunes, 30 de mayo de 2011

Las delicias de las "nuevas tecnologías"

Juan Manuel Urtubey y Hermes Binner son dos gobernadores bien diferentes entre sí. Antagónicos casi. El salteño, un modelo recién salido de fábrica del estereotipo de nuevo dirigente político: joven, bien vestido, moderado y hasta desideologizado. El santafecino, un clásico chapado a la antigua: traje cruzado, pelo engominado al peine, vocabulario vintage, defensor de los viejos valores y las antiguas estructuras políticas.

Coinciden en algo. Ambos fueron los impulsores de la nuevas maneras de votar en la Argentina, vociferadas desde hace años pero concretadas en esta ráfaga eleccionaria de los últimos meses. Que en rigor demandan más voluntad que inversión, y mucho menos tecnología: apenas unos dispositivos informáticos nuevos y "cuartos oscuros", reconvertidos desde las adorables aulas de escuelas públicas a cajeros electrónicos, en los cuales realizar un trámite rápido.

El voto electrónico debutó en Argentina en marzo, en el comienzo del almanaque electoral nacional en Salta. En apenas un puñado de mesas, se puso en marcha un novedoso mecanismo de votación consistente en introducir al elector en una cápsula similar a la bancaria, donde el ciudadano pulsa una pantalla táctil y le aparecen los nombres y las fotos de los candidatos y uno tiene que votar en un trámite muy simple, como si retirara dinero de un cajero.

Ya casi toda la ciudadanía nacional está bancarizada y, por lo tanto, el gesto de votar de esa manera no le resultaría extraño, como finalmente ocurrió. No debió haber pasado, como fue, que la falta de dificultades gruesas ese día debiera ser celebrada como la llegada del hombre a la Luna. Sin ir más lejos, idéntico proceso había atravesado con éxito meses antes nada menos que Brasil, una mole de 100 millones de votantes que con el sistema electrónico tuvo a su flamante presidenta festejando pocas horas después de la elección. En Salta, la gran conquista fue atravesar las dificultades con ayuda de coquetas promotoras sólo el 20% de los 500.000 electores. Ninguna ciencia, sólo cuestión de decidirse.

Había conseguido Salta con el sistema varios objetivos nobles: primero, colocarse bajo los reflectores por una decisión que debería ser asumida como natural, consecuencia de la evolución de los tiempos como que los autos vienen con caja automática; segundo, ilustrar al país sobre la novedad; y tercero, simplificar los trámites de votación y el de escrutinio, flaco favor al ciudadano que habitualmente cae preso de manejos en las movilizaciones y en las horas posteriores al cierre del comicio, en las que todos parecen ganar y el tiempo se convierte en el doloroso trance.

Por allí quedan algunos puntos débiles. Como el hecho de la falta de registro inmediato en caso de dudas: ¿se puede violar el sistema informático y con eso modificar la voluntad popular por medio de un hacker? El propio Urtubey comentó que en las 10 horas de votación registraron 4 intentos de hackeo. Están alertas los muchachos, pero el sistema pudo rechazarlos. Igual, hay un back up que es el voto en papel que cada elector pone en una urna simultáneamente al voto electrónico.

Otra duda es la confiabilidad en una empresa, que sería la encargada de llevar adelante el proceso electoral: ¿confianza ciega? Y otra, preservarse de algún "desafortunado" apagón eléctrico, alternativa que seguramente analizarán los interesados en boicotear o sabotear la elección, y que llevó a Salta a disponer de un blindaje con generadores a gas oil como alternativa para el 100% de las mesas en cuestión.

El caso de Santa Fe fue distinto, pero parecido. La gente no votó en un cajero de manera electrónica, pero sí usó especies de boxes que eliminaron los cuartos oscuros. Y cada votante tuvo en su mano una boleta única por cada cargo a elegir: en la de gobernador figuraban todos los candidatos al cargo y la gente tenía que elegir con una tilde manuscrita. Y así por cada cargo, cuestión que la gente llegó a su box con cinco papeletas donde debió escribir en cada una a quien prefiere para el cargo.

¿Qué se consigue con eso? Varias cosas muy importantes y que ya deberían haber quedado sepultadas por el paso del tiempo en este país, pero asombrosamente siguen ocurriendo.

Una, evitar el clientelismo del sobre cerrado entregado por los punteros a sus movilizados con la boleta entera para poner en la urna. Una gimnasia que muchos siguen y luego en el cuarto oscuro desacatan, pero otros cumplen por temor.

Otra, evitar las confusiones. Como las que ocurren con la gente que sólo encuentra el nombre pero no identifica a los candidatos. En cada boleta única, la gente no sólo tiene el nombre sino la foto de los aspirantes, por lo tanto los puede ver.

Y otra más, frenar el fraude consistente en retirar las boletas de los rivales del cuarto oscuro, y por consiguiente restarles votos sencillamente porque la boleta de la lista no está en el cuarto oscuro. Una práctica que los grandes partidos evitan con fiscales en cada mesa, pero que da de lleno contra las organizaciones políticas menores que no disponen de esos batallones militantes.

Quedó demostrado el domingo un manojo de inconvenientes severos en este asunto de la boleta única, pero que de ninguna manera empañan el esmero por mejorar el cavernícola sistema vigente.

Uno, lo engorroso del escrutinio, que se volvió una auténtica tortura por el recuento difícil de cada boleta y que incrementó el daño que ocasionan los baches en los recuentos actuales. Hoy por hoy, entre las 6 de la tarde y las 10 de la noche en que aparecen los primeros datos, el tablero se convierte en un lamentable desfile de operaciones, con pseudoganadores festejando o con cifras falsas "de los fiscales". Y hace una semana, el nuevo sistema debutó con una falta alarmante de datos aún a la 1 de la mañana, cuando recién se llevaban escrutadas la mitad de las mesas.

Otro, el error de cálculo en el tamaño de las urnas, que enseguida se revelaron demasiado chicas para guardar cinco papeletas por votante. Hubo que abrirlas bajo especial autorización del Tribunal Electoral hacia cada presidente de mesa, y aplastar los papeles para que entraran los votos que faltaban realizar.

Pero tuvo este flamante sistema una victoria inapelable, rotunda y tan valiosa como para borronear todos los dolores de cabeza anteriores y postular a este mecanismo al futuro: es el poder que ha demostrado para deshacerse de los arrastres, una desviación del voto de un ciudadano, que por votar a alguien que quiere, termina incluyendo además en su voluntad a alguien que no quiere.

Hoy en día y por obra y gracia de las boletas pegadas en cada categoría, si usted quiere votar por un candidato a presidente y no toma la precaución de agarrar la tijera para las siguientes categorías, termina poniendo la boleta completa de diputados, intendentes, concejales, etc. Hay muy pocos casos en que el corte supera el 10% de los votantes.

Con la boleta única, cada categoría es una boleta separada. Hay que marcar y agarrar otra. Por lo tanto, al elector no lo que queda claro quién responde a quién. Simplemente elige.

Fue así que se produjo un hecho inédito. María Eugenia Bielsa como candidata a diputada sacó 303.908 votos y su hermano el ex canciller -Rafael- y con quien comparte línea obtuvo 192.176 votos para gobernador. 111.732 votos, más del 50%, de gente que se permitió cambiar, al punto de ubicar a la mujer de los Bielsa como la más votada el domingo, más aún que el propio Agustín Rossi, el ganador.

Bienvenido, entonces, un mecanismo de digitación menos.

fuente:diariodecuyo.com.ar

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