Como la energía nuclear, que puede servir para iluminar una ciudad o para borrarla del mapa.Hace un par de meses hubo elecciones en Salta y un tercio del padrón provincial estrenó computadoras para votar.
Esa primera aplicación masiva de la urna electrónica fue todo un éxito, no sólo por la fluidez del proceso sino también porque los usuarios quedaron exceptuados de la tradicional inducción mediante el reparto preliminar de boletas, de los robos y de las boletas truchas.No se fumigaron en Salta, claro, todos los vicios parasitarios que llevan más de un siglo en el estofado electoral, pero por lo menos el tráfico de boletas se tuvo que replegar y, además, el escrutinio provisorio casi no arrojó inconvenientes.En cambio, en las recientes elecciones complementarias de Chubut, paradójicamente destinadas a reparar un supuesto fraude, lo que perfeccionaron las nuevas tecnologías fue el clientelismo. Nació en Chubut el videovoto.En más de un siglo de prácticas clientelísticas, nadie había conseguido hasta ahora resolver el problema del derroche del presupuesto de campaña.
Un candidato inescrupuloso con recursos económicos (propios o del Estado) podía cortejar de mil maneras a los votantes pobres: con colchones, bolsas alimentarias, materiales de construcción, heladeras, equipos de video, cheques o dinero en efectivo, todo ello repartido, incluso a la luz del día, en las semanas previas a la elección. Pero como el voto es (efectivamente) secreto, resultaba imposible monitorear la inversión en términos individuales.
Sólo podían verificarse resultados grupales, lo que en su momento llevó al caudillo Vicente Saadi a desdoblar la compra del voto en estímulo y premio. Saadi inventó el método del par de zapatillas: la izquierda llegaba a manos del votante antes de votar y la derecha, postelectoral, quedaba sujeta al resultado.
El videovoto viene a reparar la imposibilidad del comprador de votos de verificar la lealtad del corrompido. Simplemente, se le exige que se filme a sí mismo con su teléfono celular en el interior del cuarto oscuro mientras coloca la boleta indicada dentro del sobre oficial y, sin interrumpir la toma, cuando lo cierra con su lengua. La segunda cuota -el equivalente a la otra zapatilla- se abona contra la muestra del video.Aunque en los bancos la ley prohíbe usar el celular, en el cuarto oscuro, hasta ahora, nada lo impide.
Tampoco es asunto fácil: en una elección nacional hay más de 80 mil mesas.Me da cierto pudor avivar punteros bonaerenses ávidos de nuevas tecnologías clientelísticas, pero para mitigar mi culpa ofrezco a los legisladores un argumento reparador. La tecnología disponible en los celulares ya habilita videollamadas y eso es tan amenazante del carácter secreto del sufragio como permitir el ingreso al cuarto oscuro con una cámara de televisión que trasmite en vivo.
fuente:La Nacion
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